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Las entradas están ordenadas cronológicamente de abajo a arriba!!!

Costas e Islas del Mar Egeo.

El agradecido monte Olimpo nos regala unas agujetas que nos hacen caminar como robocop durante una semana. Para colmo, en Thessalonika nos pilla una ola de calor. La temperatura que irradia el asfalto hace que ésta parezca un tsunami. Además, el cutrehotel en el que nos alojamos carece de aire acondicionado, por lo que vagamos por esta cuidad como almas en pena. Ya no rezamos cada noche por el añorado anticiclón, sino por una compasiva nube que nos refresque.
Abandonamos la ciudad y sólo la brisa que generamos al pedalear nos refrigera ligeramente. Aprovechamos la menor oportunidad para refrescarnos: playa, poza, río o fuente.
Descartamos la visita a la Península del monte Athos (no permite la entrada de mujeres) y en su lugar decidimos visitar alguna isla del Egeo.
Desde Kabala un ferry nos dirige hacia la isla de Thassos. Después de tanta carretera, deslizarse por este tranquilo mar resulta relajante. La única ola es la que provoca en barco y ésta es aprovechada por cientos de gaviotas que no pierden oportunidad para pescar.
La isla de Samothracia, no cuenta con extensas playas de arena, lo que no atrae al turismo de masas. Pero ofrece pequeñas calas de guijarros, agradables paseos y enorme tranquilidad. Del fondo de las alforjas desembalamos la guía del siguiente país. Entre baño y baño, ojeamos el enorme terreno que tenemos por delante. Demasiadas cosas para visitar, por lo que resultará difícil diseñar la ruta.
Pero eso ya, será otra historia.

Rico,rico,rico...

Para poder sobrevivir un año de pedaleo, resulta imprescindible cuidar la alimentación, o lo que es lo mismo, comer mucho y bien.
En Francia, a nuestra base alimenticia (pasta y arroz), la acompañamos siempre con ensaladas (tomate, aguacate, y la socorrida lechuga troceada). Para picoteo paté, fuet y queso...
En Italia sustituimos la pasta seca, por la pasta fresca y rellena de espinacas, queso o hongos (nuestra preferida). De vez en cuando, una pizza. Para postre, buena y variada fruta. Y por supuesto el heladito diario.
En Montenegro, el hospedaje no era tan y solía contar con cocina, por lo que aprovechamos para preparar platos caseros: paella de marisco, tortilla de patata... En Albania le dimos un descanso a la cocina, pues resultaba igual de económico comer en restaurantes.
En Grecia, de nuevo subieron los precios, pero apareció un nuevo aporte energético: los cremosos y grasos yogures griegos. Además, queso de fleta para las ensaladas.
Así que de momento, después de casi 5000 km. seguimos con nuestro peso inicial.
Ya vendrán tiempos de vacas flacas!!

Monte Olimpo, la morada de los dioses.

Abandonamos Meteora con tortícolis pues no podemos dejar de mirar atrás.
El calor empieza a apretar a finales de la primavera y las carreteras secundarias que nos conducen hacia el Mar Egeo no tienen un kilómetro llano. Cansados y deshidratados llegamos al fin a los pies de monte Olimpo.
Colocamos la tienda en la orilla del mar y sólo con lo imprescindible comenzamos la ascensión a esta mítica montaña. Tratamos de remontar todo lo posible en bicicleta y vamos dejando a nuestros pies un paisaje típicamente mediterráneo. A 1100 mts. candamos las bicicletas y por un zigzageante sendero empezamos a caminar. Esbeltas hayas y enormes pinos negros nos acompañaran hasta el refugio donde pasaremos la noche (2100 mts).
A las 6,00 de la mañana el sol asoma por el horizonte y antes de que éste apriete nos ponemos en marcha. La vegetación empieza a escasear, vemos algunos sarrios y a las dos horas llegamos a la cima del Mytikas. Por suerte, el macarrónico proyecto del politiquillo de turno de construir un teleférico hasta lo más alto de este Parque Nacional, quedo frenado por la oposición de montañeros y ecologistas.
Ahora desde la solitaria cúspide el monte Olimpo, casi podemos tocar el mar (menos de 25 km. nos separan). Por delante un descenso de casi 3000 mts . - Que pereza!- Tratamos de buscar en las cercanas praderas a Pegaso y descender así a lomos del caballo alado. Pero éste no aparece, por lo que no queda otro remedio que caminar. Al menos, nuestras fieles monturas de dos ruedas nos esperan a mitad de camino para volar en el final del descenso.
A las pocas horas de almorzar con Zeus en la cima de la montaña, nos sumergimos de la mano de Neptuno en las cristalinas aguas del Mar Egeo.
Fatigados, nos tumbamos en la arena y al fin nos sentimos como los dioses del Olimpo.

Meteora, desafiando la ley de la gravedad.

¿Quién dijo que Wolfgang Gollich fue el primero en hacer el noveno grado escalando???
Siglos antes de que el alemán encadenada acción directa, monjes ermitaños ascendían estas paredes hasta encaramarse en alguna cueva donde retirarse a una vida de meditación. Poco a poco, estos monjes formaron pequeñas comunidades y empezaron a construir monasterios en la cima de cada monolito.
En la actualidad, una carrera asfaltada permite acercarse hasta cada uno de los seis monasterios abiertos al público.
Para no empacharnos con tanta belleza nos tomamos cuatro días para visitar la zona. Aprovechamos la nueva carretera para acceder en bicicleta y visitar estos monasterios Ortodoxos. Otros días, caminamos por los antiguos senderos que conducen a monasterios menos conocidos o abandonados.
Pero no todo va a ser pedalear o hacer turismo. Cada tarde, después de comer nos dedicamos a descansar y refrescarnos en la piscina del camping que nos aconsejo Bera. - Si realmente existe el paraíso debe ser parecido a esto.-

Meteora, un sueño hecho realidad.

Desde que años atrás cayera en mis manos el libro "Por las costas del mundo" en el que Pipe Sarmiento describe Meteora, me prometí que algún día visitaría ese lugar.

Hace algún tiempo leí un artículo de Jon Arretxe en el que más o menos decía: "si algo malo tiene el viajar mucho, es que cada vez te sorprenden menos las cosas". Aunque en parte puede que no le falte razón, hay lugares por el mundo: los glaciares de Patagonia, la ciudad de Petra, el salar de Uyuni, los templos de Angkor... o en este caso Meteora, que no podrán dejar indiferentes al más insensible de los viajeros.

Las montañas del Norte de Grecia.

El verde de los pastos de Albania contrasta con el verde multitonal de los frondosos bosques que cubren las montañas de Pindo. Habíamos pensado dedicarle alguna jornada a caminar y conocer uno de los paraísos del trekking en Europa, pero estas montañas asustan y el desnivel que hay que salvar para adentrarse en ellas es de tener en cuenta. Además, tenemos ganas de llegar a lo que debe ser uno de los platos fuertes del viaje: Meteora. Pero antes tendremos que salvar el duro obstáculo del puerto de Katara.
Desde que dejamos Gasteiz, a pesar de habernos desplazado más de 20 grados de longitud Este, todavía no había cambiado la hora. Estábamos hartos de que a las 4,30 fuera de día. Al fin, en Grecia adelantamos una hora nuestros relojes.
A las 6,00 hora local y con la fresca, empezamos la ascensión del Katara. Después de 12 km. de ascensión un pronunciado descenso nos sitúa de nuevo en la cota a la que habíamos comenzado. Al final de una calurosa jornada y casi 2000 mts. de desnivel acumulado, llegamos a la cima del coloso. Desde el collado podemos distinguir los monolitos de Meteora.
- No perdamos más tiempo, el casco y a disfrutar del descenso !!

ZORIONAK!!!!

La entrada en Grecia coincidió con el cambio de década para Aurora. Como el acontecimiento lo merecía, me estiré un poquillo y le regalé los lindísimos pendientes que luce en la foto.